La Basílica de Santa María del Mar, ubicada en pleno corazón de la Ribera, ha sido durante años una visita imprescindible en Barcelona como máximo exponente arquitectónico del gótico catalán. Construida en el siglo XIV, hoy ha encontrado un nuevo aire de popularidad gracias a una aclamada obra literaria y serie de televisión inspiradas en su historia. Situada en una zona que es epicentro de manifestaciones, en los últimos tiempos se ha producido un fenómeno de atracción: mientras duran las concentraciones, bajan las visitas, pero cuando terminan, el templo se llena de manifestantes que acuden con sus banderas y pancartas.
Por Mariana Mejía
“Para mí, lo que hace la Basílica de Santa María del Mar imperdible es el hecho de que, a diferencia de la mayoría de iglesias en Europa, fue construida por una clase baja que quería manifestar su fe. Es el único templo hecho por el pueblo y para el pueblo”, asegura Gerardo Cuevas en las escaleras de la basílica a un grupo de turistas de la India. Cuevas es un catalán que lleva tres años desempeñándose como guía de Barcelona, y su mirada al narrar los hechos deja ver la enorme pasión que enciende una pieza histórica como ésta. “La mayoría de personas que visitan la ciudad con una referencia previa de la basílica es porque han leído el libro o han visto la serie. Generalmente, son católicos. En su mayoría españoles y latinoamericanos.”
En los últimos años, la basílica ha sido testigo de los movimientos políticos y sociales que ha protagonizado Cataluña. Su ubicación cercana a la Vía Laietana, en pleno centro de la ciudad, provoca una disminución de las visitas turísticas cuando se convocan marchas. No obstante, al ser un lugar de culto los horarios permanecen iguales. “Siempre vemos las consecuencias cuando se convocan marchas o manifestaciones. Pero realmente no hay mucho que hacer al respecto, es una iglesia, así que a pesar de las movilizaciones previstas para mañana en los alrededores, la Basílica permanecerá abierta, como siempre ha ocurrido”, sostiene Sara Yelo, trabajadora del templo. En los últimos tiempos se ha dado un nuevo fenómeno. Lo explica, entre asombrado y divertido, Gonzalo García, informador turístico: “Hemos visto que después de las manifestaciones muchos de los que han participado en la movilización vienen a misa o a visitar el templo con sus banderas y pancartas”
La Basílica de Santa María del Mar, construida con piedras de la cantera de Montjuïc, ha sido desde siempre símbolo de la resistencia y fortaleza del pueblo. Muestra de ello es el hecho de que ha tenido que ser reconstruida parcialmente en varias ocasiones. En 1378, cuando aún no habían finalizado las obras, un incendio destruyó parte de la construcción. En 1428, un movimiento sísmico hizo tambalear la estructura y fue objetivo de bombardeos durante la Guerra de Sucesión y Guerra Civil. A pesar de todo, hoy conserva su distintivo aspecto austero y gótico, tal y como fue previsto por sus arquitectos Berenguer de Montagut y Ramón Despuig.
La historia detrás de la basílica construida y financiada por pescadores de forma paralela a la Catedral de Barcelona sirvió de argumento para la novela histórica de Ildefonso Falcones. En 2006 La Catedral del Mar fue el libro más vendido en España y obtuvo galardones en toda Europa como mejor novela de lengua castellana, mejor libro español, novela más vendida y mejor autor extranjero. En mayo de 2018 se estrenó la adaptación para televisión con una audiencia de cuatro millones de personas.
“Sí es cierto que han aumentado las visitas a la basílica desde el estreno del libro y de la serie. La gente disfruta venir a ver en persona el lugar que aparece en sus pantallas”, sostiene Gonzalo García, quien desde hace un año trabaja brindando información a los turistas en la basílica. Mercè Solé es una catalana fanática del libro que ha venido junto a un grupo de amigos. “Yo he leído el libro dos veces y ya he visto toda la serie. Ya conocía la Basílica, pero quise volver por el libro. Lo recomiendo muchísimo”, dice Solé de forma entusiasta frente a la puerta principal.
Pero no todos los visitantes parecen apreciar el estilo austero de la catedral. Una pareja de rusos asegura no comprender el encanto de los turistas con la basílica. “Sí, es bonita. Pero no tiene mayor cosa”, dice la mujer apenada mientras mira a su marido.